Una investigación con 200 técnicos de emergencias en Irán, publicada en BMC Emergency Medicine, encuentra una conexión directa entre una menor percepción del riesgo y una mayor probabilidad de infección por COVID-19, ofreciendo lecciones clave para la preparación ante desastres biológicos.

La primera línea de defensa: el rol crítico del paramédico en un desastre biológico

Durante una pandemia como la de COVID-19, los técnicos en emergencias médicas (TEM) o paramédicos son la verdadera punta de lanza del sistema de salud. Son los primeros en entrar en contacto con los enfermos, a menudo en entornos no controlados como hogares o espacios públicos, y con información limitada sobre el estado infeccioso del paciente.

Su seguridad, y por extensión la seguridad del sistema de salud, depende no solo de su conocimiento de los protocolos de seguridad, sino de algo mucho más sutil y poderoso: su percepción del riesgo. Un nuevo estudio ha explorado esta dimensión psicológica, con hallazgos reveladores.

Más allá del conocimiento: la importancia de la percepción del riesgo

La percepción del riesgo (PR) es el juicio subjetivo que una persona hace sobre la gravedad de un peligro. En el contexto de un desastre biológico, no se trata simplemente de saber que un virus es peligroso o de conocer las instrucciones para usar el equipo de protección personal (EPP).

Se trata de la conciencia constante y la creencia profunda en la seriedad del riesgo, lo que impulsa un comportamiento seguro y una adherencia meticulosa a los protocolos en cada llamada, incluso bajo condiciones de estrés y fatiga.

Esta investigación se propuso investigar si existía una diferencia en la percepción del riesgo entre los paramédicos que se infectaron con COVID-19 y los que no.

Un estudio comparativo en el corazón de la pandemia

La investigación, titulada «Percepción del riesgo de los técnicos en emergencias médicas en desastres biológicos: una comparación entre casos de COVID-19 y no COVID-19», se llevó a cabo en 2021, en el apogeo de la pandemia.

Se realizó un estudio transversal con 200 paramédicos de la Universidad de Ciencias Médicas de Birjand, en Irán. El diseño del estudio fue único y comparativo: se reclutó a 100 paramédicos que habían sido infectados con COVID-19 y a un grupo de control de 100 paramédicos que no se habían contagiado.

Se utilizaron cuestionarios distribuidos en línea para recopilar datos sobre su percepción del riesgo, y los resultados se analizaron estadísticamente con el software SPSS.

El hallazgo central: menor percepción, mayor infección

El resultado más significativo del estudio fue la clara diferencia en la percepción del riesgo entre los dos grupos. Se encontró que el grupo de paramédicos que no había sido infectado reportó un nivel de percepción del riesgo alto, con una puntuación media de 161.54 en el cuestionario.

En un marcado contraste, el grupo que sí había contraído el virus tenía una percepción del riesgo significativamente más baja, calificada como moderada, con una puntuación media de 150.82.

Esta diferencia no fue casual; fue estadísticamente significativa (P = 0.007), lo que sugiere una fuerte correlación entre una menor conciencia del peligro y la probabilidad de contraer la enfermedad.

Desentrañando la causa: ¿por qué la percepción del riesgo es más baja?

La conclusión que se extrae de estos datos es poderosa: una menor percepción del riesgo probablemente contribuyó a la infección de estos profesionales de primera línea.

Los autores del estudio sugieren que esta subestimación del peligro pudo haber llevado a una adherencia menos rigurosa a los protocolos de seguridad.

En el exigente entorno del trabajo de emergencias, donde las decisiones se toman en segundos, una alta percepción del riesgo actúa como un recordatorio constante para no tomar atajos, para usar el EPP correctamente en todo momento y para mantener la distancia de seguridad siempre que sea posible.

Cuando esa percepción disminuye, la puerta a la infección puede abrirse.

Barreras para la práctica segura: carga laboral, estrés y equipamiento

El estudio también identificó varios factores del entorno laboral que pueden crear una brecha entre el conocimiento teórico de un paramédico y su comportamiento práctico.

Se reconoció que la enorme carga de trabajo, la fatiga acumulada y el intenso estrés psicológico de responder a una pandemia pueden erosionar la capacidad de una persona para mantener una vigilancia constante.

Este fenómeno, a veces llamado «fatiga de precaución», puede hacer que incluso el profesional más dedicado baje la guardia.

Además, se mencionaron factores como la calidad y la disponibilidad del equipo de protección como posibles barreras para un comportamiento preventivo completamente eficaz.

Una cuestión de mentalidad, no de demografía

Un hallazgo interesante del estudio fue que las variables demográficas de los paramédicos, como su edad, género o años de experiencia, no afectaron significativamente sus niveles de percepción del riesgo.

Esto sugiere que el problema no es inherente a un tipo particular de profesional. Más bien, la percepción del riesgo es un estado psicológico maleable, influenciado por factores del entorno, la formación y la experiencia personal.

Este punto es crucial porque indica que la percepción del riesgo puede ser modificada y mejorada a través de intervenciones específicas.

El camino a seguir: de la educación a la concienciación del riesgo

Los hallazgos de esta investigación tienen implicaciones directas para los responsables de políticas y los administradores de los servicios de salud.

La conclusión no es culpar a los que se infectaron, sino entender los factores que los hicieron más vulnerables. El estudio aboga por la necesidad de programas educativos y de formación continua que vayan más allá de la simple enseñanza de protocolos.

Se deben diseñar intervenciones dirigidas específicamente a mejorar y mantener una alta percepción del riesgo entre los paramédicos. Esto podría incluir simulacros realistas de desastres biológicos, discusiones de casos reales, y un fuerte apoyo a la salud mental para ayudar a combatir la fatiga y el estrés, que son enemigos de la vigilancia y la seguridad.

Conclusión

Este estudio revela una lección crítica de la pandemia de COVID-19: los paramédicos que se infectaron tenían una percepción del riesgo significativamente más baja.

Este hallazgo subraya que el conocimiento de los protocolos no es suficiente si no va acompañado de una conciencia constante del peligro. Para proteger a los trabajadores de primera línea en futuros desastres biológicos, es imperativo desarrollar programas de formación que fortalezcan la percepción del riesgo y aborden las barreras psicológicas y laborales que impiden la práctica segura y la autoprotección.

Referencias

Autor

El equipo de redactores de Sapue realizo esta historia, utilizando herramientas editoriales, de traducción e inteligencia artificial. El proceso de redacción contó con incidencia humana en cada etapa.