Una investigación en 20 hospitales de EE. UU., publicada en Annals of Emergency Medicine, analiza cómo el personal de emergencias manejó los paros cardíacos en 2020, descubriendo que las prácticas de reanimación se mantuvieron consistentes a pesar del elevado riesgo de COVID-19.

2020: El Miedo y la incertidumbre en la primera línea de emergencias

El año 2020 introdujo un nivel de desafío sin precedentes para los sistemas de salud a nivel mundial. La pandemia de COVID-19 generó un clima de intensa incertidumbre y riesgo, especialmente para los profesionales de la salud en la primera línea. En los departamentos de emergencias (DE), el personal se enfrentó al temor constante de la exposición al virus SARS-CoV-2.

Esta preocupación se agudizó durante la realización de procedimientos que generan aerosoles (AGPs), como las compresiones torácicas y la intubación, que son intervenciones fundamentales en la reanimación de un paciente en paro cardíaco. Existía una preocupación legítima de que el riesgo para la seguridad del personal pudiera llevar a vacilaciones o modificaciones en estos protocolos vitales, afectando la calidad de la atención.

Una pregunta crítica: ¿cambió la calidad de la reanimación?

En medio de esta crisis, surgió una pregunta fundamental: ¿la amenaza de la COVID-19 alteró la forma en que se trataba a los pacientes en paro cardíaco? Específicamente, ¿los pacientes con sospecha de portar el virus recibieron un estándar de atención diferente, posiblemente inferior, en comparación con otros pacientes?

Para abordar esta cuestión, se llevó a cabo un importante estudio observacional en múltiples centros, con el fin de analizar y documentar las prácticas de reanimación durante los momentos más críticos de la pandemia y determinar si la calidad de la atención se vio comprometida.

Metodología del estudio: observando la atención en 20 centros académicos

El estudio, titulado «Manejo del paro cardíaco en los departamentos de emergencia de Estados Unidos durante el primer año de la pandemia de COVID-19, 2020», se realizó en 20 departamentos de emergencia académicos de todo Estados Unidos.

Los datos se recopilaron entre mayo y diciembre de 2020. Durante este período, se observaron y analizaron un total de 1,143 eventos de paro cardíaco, los cuales fueron gestionados por 437 proveedores de atención médica.

De estos casos, 183 pacientes, lo que equivale al 16% del total, fueron clasificados como sospechosos de tener COVID-19 al momento de su atención. Las pruebas de laboratorio posteriores confirmaron la infección en 34 de estos pacientes (un 19% del grupo de sospechosos).

El perfil del paciente en paro cardíaco durante la pandemia

Los datos demográficos recopilados ofrecieron un perfil claro de los pacientes que sufrieron un paro cardíaco durante este período. Se observó una predominancia de pacientes de sexo masculino, representando el 65.7% de los casos, con una edad media de 59 años.

La gran mayoría de estos eventos cardíacos, el 76%, ocurrieron fuera del hospital, lo que subraya la importancia de la respuesta de los servicios de emergencia pre hospitalarios y la atención inmediata al llegar al DE. Lamentablemente, el pronóstico para estos pacientes fue sombrío, ya que la mayoría, un 66%, falleció en el departamento de emergencias, lo que refleja la gravedad inherente del paro cardíaco.

Los hallazgos centrales: consistencia en las intervenciones vitales

A pesar del entorno de alto riesgo, el análisis de los datos reveló un hallazgo central y tranquilizador: las prácticas de reanimación esenciales se mantuvieron consistentes, sin importar si el paciente era sospechoso de tener COVID-19 o no.

Se encontró que las proporciones de pacientes que recibieron compresiones torácicas (16.4% en el grupo sospechoso frente a 13.5% en el no sospechoso) y aquellos que recibieron desfibrilación o cardioversión (7.1% frente a 5.3%) fueron estadísticamente similares en ambos grupos.

Este es un punto crucial, ya que indica que los proveedores no dudaron en aplicar estas intervenciones que salvan vidas.

Analizando los resultados: el retorno de la circulación espontánea (ROSC)

El objetivo principal de la reanimación cardiopulmonar es lograr el «retorno de la circulación espontánea» (ROSC), que es cuando el corazón del paciente vuelve a latir por sí mismo. El estudio comparó este resultado clínico vital entre los dos grupos y, una vez más, no encontró diferencias significativas.

Se observó que el 62.3% de los pacientes sospechosos de COVID-19 y el 67.1% de los no sospechosos no lograron alcanzar el ROSC. La similitud en esta tasa de éxito (o fracaso) refuerza la conclusión de que la calidad y la eficacia de los esfuerzos de reanimación no se vieron afectadas negativamente por el estado de sospecha de COVID-19 del paciente.

El escudo protector: el uso del equipo de protección personal (EPP)

El uso de equipo de protección personal fue, como se esperaba, un componente clave de la respuesta. El estudio observó que el EPP de barrera completa (que incluye respirador N95, bata, guantes y protección ocular) se utilizó con mayor frecuencia al tratar a pacientes sospechosos de COVID-19 (61.8% de los casos) en comparación con los no sospechosos (54.9%).

Aunque esta diferencia es lógica, el hecho de que el cumplimiento no fuera del 100% en los casos sospechosos pone de manifiesto los enormes desafíos prácticos de una situación de emergencia real. En un paro cardíaco, cada segundo es crucial, y la necesidad de actuar de inmediato a veces puede entrar en conflicto con el tiempo necesario para colocarse meticulosamente todo el equipo de protección.

La resiliencia del personal sanitario frente a la adversidad

Quizás la conclusión más profunda que se puede extraer de estos datos es la extraordinaria resiliencia, profesionalismo y dedicación del personal de atención médica de emergencia.

En un período definido por el miedo a lo desconocido y un riesgo personal tangible, los datos demuestran que los proveedores de salud se mantuvieron firmes en su deber.

Su entrenamiento y su ética profesional prevalecieron, llevándolos a adherirse a los estándares de atención basados en la evidencia para dar a cada paciente la mejor oportunidad posible de sobrevivir, independientemente de los riesgos que ellos mismos enfrentaban.

Lecciones para el futuro: preparación para la próxima crisis

Esta investigación proporciona una valiosa base de datos sobre cómo funcionan los sistemas de atención de emergencia bajo el estrés extremo de una pandemia. Los hallazgos son fundamentales para informar y mejorar los protocolos de preparación para futuras crisis de salud pública.

Demuestran que es posible mantener altos estándares de atención crítica, pero también resaltan la necesidad de optimizar las estrategias de control de infecciones y el acceso al EPP para que no obstaculicen la atención inmediata.

Este estudio servirá como una referencia importante para equilibrar la seguridad del proveedor y la atención al paciente en futuras emergencias a gran escala.

Conclusión

Este estudio ofrece una visión tranquilizadora sobre la atención del paro cardíaco durante los momentos más inciertos de la pandemia de COVID-19.

A pesar de los temores de infección y los desafíos logísticos, el personal de emergencias de EE. UU. demostró una resiliencia extraordinaria, manteniendo los estándares de reanimación sin diferencias significativas entre pacientes sospechosos de COVID-19 y no sospechosos.

Estos hallazgos son un testimonio de su profesionalismo y una lección vital para la preparación ante futuras crisis.

Referencias

Autor

El equipo de redactores de Sapue realizo esta historia, utilizando herramientas editoriales, de traducción e inteligencia artificial. El proceso de redacción contó con incidencia humana en cada etapa.